RICCE, 2023 Vol. 1 Nro 1: XX https://dꢀi.ꢀꢁg/ꢂꢃ.48ꢂ68/RICCE.vꢂnꢂp89  
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la obesidad desde el modelo  
biomédico, las ciencias sociales  
y las ciencias de la complejidad  
Obesity from the biomedical model, the social  
sciences and the sciences of complexity.  
Chantal Aristizábal Tobler, MD, PhD  
Universidad El Bosque, Bogotá, Colombia  
aristizabalchantal@unbosque.edu.co  
https://orcid.org/0000-0001-8546-0628  
Recepción: 27-03-2023  
Aceptación: 01-07-2023  
Resumen  
Las organizaciones internacionales de salud y las instituciones médicas han declarado  
en los últimos años que la obesidad es una enfermedad, un problema de salud pública  
e incluso una epidemia mundial. Esto con base en los datos estadísticos y su influencia  
en otras condiciones que causan morbimortalidad importante e impacto económico.  
Este reconocimiento de la obesidad como una enfermedad ha sido bien recibido por las  
asociaciones médicas, al considerar que asegura una mayor investigación y promueve  
el acceso de las personas a los servicios de atención en salud con miras a mejorar el  
bienestar de los pacientes y a mitigar los efectos globales. Sin embargo, las ciencias  
sociales lo han criticado porque también ha suscitado estigma y discriminación contra  
las personas con exceso de peso y no han dado soluciones efectivas al problema. En este  
artículo se describen algunos aspectos relevantes del modelo biomédico de la obesidad,  
los aportes desde las ciencias sociales y a partir de allí se propone una visión desde las  
ciencias de la complejidad que propongan soluciones innovadoras.  
Palabras clave: obesidad, estigma, sistemas complejos  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
Abstract  
International health organizations and medical institutions have declared in recent years  
that obesity is a disease, a public health problem and even a global epidemic. This based  
on statistical data and its influence on other conditions that cause significant morbidity  
and mortality and economic impact. This recognition of obesity as a disease has been  
welcomed by medical associations, considering that it warrants further research and  
promotes people’s access to health care services with a view to improving the well-being  
of patients and mitigating the global effects. However, the social sciences have criticized it  
because it has also caused stigma and discrimination against people who are overweight  
and have not provided effective solutions to the problem. This article describes some  
relevant aspects of the biomedical model of obesity, the contributions from the social  
sciences and from there a vision is proposed from the complexity sciences that propose  
innovative solutions.  
Keywords: obesity, stigma, complex systems  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
1
. introduCCión  
La obesidad es considerada actualmente como una enfermedad, una epidemia mundial  
y un reto para la salud pública (OMS, 2021). Sin embargo, a través del tiempo, la gordura  
ha tenido diferentes interpretaciones para la humanidad. Por ejemplo, la famosa Venus  
de Willendorf, estatuilla prehistórica esculpida en piedra hace aproximadamente 25.000  
años, representa una mujer con abdomen, mamas y muslos voluminosos y representa  
un símbolo de fertilidad. La corpulencia se ha considerado en diferentes momentos de  
la historia humana como una expresión de salud, bienestar, opulencia y privilegio. Pero  
también, desde la medicina hipocrática se encuentra su relación con enfermedad y con  
malos hábitos de alimentación y de ejercicio (Bray, 1990; Eknoyan, 2006; Suminska, 2022).  
En la actualidad persisten diferentes visiones acerca de la obesidad a pesar del fuerte  
discurso biomédico hegemónico, criticado desde las ciencias sociales y los movimientos  
sociales. Este artículo busca explorar algunas de estas perspectivas y proponer un enfoque  
de sistemas complejos en diferentes escalas, en redes interconectadas y dinámicas que  
permita abarcar el gran cuadro, global, y al mismo tiempo enfocarse en particularidades,  
locales y en las novedades que emergen.  
2
. modElo biomédiCo dE la obEsidad  
Las guías con base en pruebas clínicas acerca de la obesidad y el sobrepeso, publicadas  
por el National Heart, Lung, and Blood Institute de los Estados Unidos en 1998, motivaron  
un interés creciente de las agencias internacionales (como la Organización Mundial de la  
Salud, OMS) en catalogar la obesidad como una enfermedad, un problema de salud pública  
y una epidemia mundial (NHLBI, 1998, Arrieta, 2020). De esta manera se atrajo la atención  
de los gobiernos y de los prestadores de servicios de salud en su prevención, diagnóstico y  
tratamiento (NHLBI, 1998; AMA, 2013; Arrieta 2020).  
La OMS ha definido la obesidad como una acumulación o distribución anormal o excesiva  
de la grasa corporal que puede afectar la salud a nivel mundial (OMS, 2021). Se considera  
que si bien la obesidad ha existido hace siglos, el peso corporal humano ha tenido un  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
incremento exponencial a nivel global en los últimos decenios (ACEMN, 2023; WFO, 2023)  
y que es la primera vez en la historia de la humanidad que el número de personas con  
exceso de peso supera el número con bajo peso (Yazdizadeh, B, 2021). La Word Obesity  
Federation (WFO) estima que, a nivel mundial en el año 2020, 2.600 millones de personas  
tenían sobrepeso u obesidad (definido por el Índice de Masa Corporal, IMC ≥25kg/m²)  
y que esta cifra en 2035 alcanzará los cuatro mil millones. Esto representa el 38% de la  
población mundial en 2020 y más del 50% en 2030. El incremento de la obesidad mundial  
(
IMC ≥30kg/m²) se estima del 14% al 24% en el mismo periodo (WOF, 2023).  
La obesidad se define hoy en día como una enfermedad crónica, progresiva, recidivante y  
asociada con cerca de cincuenta condiciones con importante impacto económico y alta  
morbimortalidad: enfermedades cardiovasculares (hipertensión arterial, enfermedad  
coronaria, insuficiencia cardiaca, enfermedad cerebrovascular), metabólicas (diabetes  
mellitus tipo 2, síndrome metabólico, dislipidemia), musculoesqueléticas (osteoartrosis),  
neuropsiquiátricas (síndrome de apnea obstructiva del sueño, demencia, depresión,  
ansiedad, cánceres (endometrio, mama, ovarios, próstata, hígado, vesícula biliar, riñones  
y colon, entre otros) e insuficiencia renal (OMS, 2021; Westbury, 2023). Se ha señalado la  
participación histopatológica de un estado inflamatorio crónico subyacente, mediado por  
el adipocito, célula con funciones endocrinas e inmunes, capaz de alterar el equilibrio  
neuro-inmuno-metabólico (adiposopatía) y psicocosial, como base molecular para la  
patogénesis de las enfermedades asociadas (Blaszczak, 2021; Westbury, 2023; ACEDM,  
2
023). Pero también se han propuesto alteraciones metabólicas, neuroquímicas,  
psiquiátricas e incluso infecciones virales (Karasu, 2013).  
En gran medida, los datos estadísticos y el diagnóstico individual de sobrepeso y obesidad  
se han establecido con base en el índice de masa corporal (obtenido al dividir el peso en  
Kg dividido por la estatura al cuadrado) y también se ha usado como referencia para la  
clasificación de los adultos según el peso corporal (ver tabla 1) (OMS, 2021; ACEMN, 2023;  
WFO, 2023). Aquí cabe una crítica en cuanto a este índice un tanto arbitrario al que se le  
ha dado carácter universal, teniendo en cuenta que se trata de investigaciones estadísticas  
sobre las variables antropométricas realizadas por el matemático belga Alphonse Quetelet  
en 1835, en búsqueda de un ser humano promedio, representativo de su sociedad (Guttin,  
2
018). Otra medida antropométrica utilizada es la obesidad abdominal, determinada según  
la OMS (2021) por la circunferencia de la cintura (máximo normal: 88 cm en mujeres y 102  
en hombres) o por una relación entre circunferencia de cintura y cadera elevada (máxima  
0
,84 en mujeres y 0,94 en hombres). Estas mediciones no son muy precisas y no tienen  
en cuenta posibles diferencias por sexo ni etnia. Se han propuesto procedimientos para  
evaluar con mayor exactitud la grasa corporal, tales como la medición de pliegues cutáneos  
con un plicómetro, la impedancia bioeléctrica, la hidrodensitometría y la absorciometría  
dual de Rayos X (DEXA) que mide masa grasa, magra y ósea así como la masa grasa regional  
(
Moreno, 2012), tomografía axial computarizada y resonancia magnética (ACEMN, 2023).  
Sin embargo estos métodos no están ampliamente disponibles ni validados (Moreno, 2012)  
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Clasificación del peso  
Peso bajo  
IMC (kg/m2)  
< 18,5  
Peso normal  
18,5 a 24,9  
25 a 29,9  
30 a 34,9  
35 a 39,9  
≥ 40  
Sobrepeso  
Obesidad 1  
Obesidad 2  
Obesidad 3 (extrema o mórbida)  
La tabla No. 1 Clasificación del peso según el índice de masa corporal (IMC)  
Desde un enfoque biomédico y de salud pública lineal, simplista, determinista y  
reduccionista se plantea que la obesidad y la acumulación corporal de grasa son el  
resultado de un balance positivo entre el consumo energético a través de los alimentos  
y el gasto calórico (Matos-Moreno, 2017; Kanagasingam, 2022 and ACE, 2023). Es decir  
como una ecuación simple en la cual las calorías que entran al organismo superan las que  
se gastan y este superávit se refleja en acumulación de tejido adiposo (primera ley de la  
termodinámica de la conservación de la energía). De un lado, el aumento de las calorías  
consumidas se atribuye a la alta ingestión de alimentos ricos en calorías y grasas y, de  
otro lado, el sedentarismo impulsado por las formas actuales de trabajo, la urbanización  
y los nuevos medios de transporte, reduce el gasto energético (OMS, 2021). Esto se resume  
en un estilo de vida obesogénico en un entorno obesogénico (Gutin, 2018) o en una falla  
evolutiva de adaptación a ese entorno promotor de acumulación de grasa (Karasu, 2013).  
La epidemia actual de obesidad se representa como una discrepancia entre el ambiente  
(
especialmente en cuanto a alimentos y actividad física) de las sociedades capitalistas,  
consumistas, posindustriales (Williams, 2020) y el ambiente evolutivo primitivo antiguo,  
al cual los humanos se adaptaron (Gutin, 2018). Se afirma que en épocas en las que  
la humanidad estuvo sometida a ciclos de hambruna y abundancia, se seleccionaron  
mutaciones de un genotipo ahorrador de energía para adaptarse a esta situación (Neel,  
1
962; Arrieta, 2020; ACEDM, 2023).  
Este enfoque de la obesidad como epidemia y como problema de salud pública tiene  
un enfoque predominantemente biomédico y psicológico con énfasis en el papel y la  
responsabilidad de los individuos. Por ejemplo, el departamento de salud del Reino Unido  
propuso como slogan: “coma bien, muévase más, viva más”. Discursos como estos hacen  
ver a quienes no se adhieren como irresponsables, glotones, perezosos y merecedores  
de su condición. Esto conduce a estigmatización (Peregalli, 2018; Williams, 2020). Sin  
embargo, se sabe que los cambios en estilo de vida no suelen ser suficientes para lograr  
un “peso ideal” y que el peso tiende a retornar a los valores iniciales, por mecanismos de  
compensación como la disminución de la tasa metabólica (ACEDM, 2023).  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
Como ocurre en la mayoría de las enfermedades crónicas, un bajo porcentaje de los casos  
de obesidad tienen una causa más o menos conocida: menos del 5% se debe a alteraciones  
monogénicas del eje leptina-melanocortina, menos del 3% tiene causas endocrinológicas  
(
hipotiroidismo, síndrome de Cushing, hipogonadismo, ovario poliquistico, déficit de  
hormona de crecimiento, acromegalia) y menos del 5% hace parte del fenotipo de ciertos  
síndromes de malformaciones genéticas como Prader Willi, Bardet-Biedl, Cohen, Alström y  
Carpenter, entre otros (Martos-Moreno, G et al. 2017; ACEDM, 2023). Algunos casos pueden  
ser secundarios a medicamentos esteroideos, antidepresivos tricíclicos, neurolépticos  
(
risperidona), ácido valproico, ciproheptadina, antihistamínicos, insulina o análogos de  
GnRH (Martos-Moreno, 2017).  
En la actualidad, diferentes asociaciones médicas y endocrinológicas han optado por  
clasificar la obesidad como enfermedad no solo con base en aumento del IMC (indicador  
de corpulencia) sino por la presencia de comorbilidades, alteraciones funcionales y riesgo  
de mortaldad. Las metas del tratamiento se dirigen a la pérdida gradual y sostenible de  
la grasa y el peso corporal mediante un déficit calórico individualizado, a reducir las  
comorbilidades y mejorar la calidad de vida, con un enfoque integral, libre de estigma, que  
garantice la información clara y el compromiso del paciente (OMS, 2021, Yazdizadeh, B,  
2
021; ACEDM, 2023). Sin embargo, el pilar del tratamiento nuevamente se reduce a planes  
de alimentación, ejercicio y actividad física con acompañamiento multidisciplinario,  
sicoeducación, control emocional y cambios cognitivo-conductales y con poca  
efectividad. También se propone el uso de medicamentos a largo plazo con fentermina,  
topiramato, liraglutida, naltrexona, bupropion, orlistat o semaglutida (Chakhtoura, 2023;  
ACEDM, 2023). La cirugía bariátrica (llamada por otros metabólica) es una opción para  
obesidad refractaria, con cormobilidades y efectividad demostrada en diabetes mellitus,  
hipertensión arterial, dislipidemia y apnea del sueño, pero no libre de complicaciones y  
con tasas relativamente altas de recidiva (ACEDM, 2023).  
Las investigaciones biomédicas y sociales han permitido poco a poco plantear una  
visión crítica de este enfoque y reconocer que el exceso de peso en los seres humanos  
no es tan simple y lineal y que es necesario tener en cuenta la interacción dinámica  
entre los aspectos biológicos (genéticos, fisiológicos, metabólicos y epigenéticos), los  
ecosistemas a los cuales pertenecen los seres humanos y los aspectos socioculturales,  
económicos y políticos.  
Aparecen otras versiones que, de manera también lineal, indican que el sobrepeso es un  
factor de riesgo de progresión y se trate como pre-obesidad. El discurso biomédico ha  
incorporado algunos elementos de las discusiones académicas y cada vez más la describe  
como una enfermedad compleja, progresiva y recidivante que se asocia con riesgo elevado  
de otras enfermedades y de muerte prematura, caracterizada por adiposidad excesiva o  
anormal, resultado de la interacción compleja de genes, dieta, estilo de vida, metabolismo,  
microbiota, asuntos psicológicos y ambiente y que requiere tratamiento individualizado  
(Arrieta, 2020; Sharma 2023). Es decir, se pasa a un concepto multifactorial de la  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
enfermedad, pero sin llegar a una aproximación desde la ciencias de la complejidad.  
Infortunadamente, la brecha entre teoría y práctica también es grande y la realidad en la  
mayoría de programas clínicos o consultas se reduce a un enfoque biomédico convencional.  
La OMS (2021) propone entornos y comunidades favorables (sin profundizar en ellos) para  
que las personas puedan tomar decisiones autónomas sobre su estilo de vida con el fin  
de prevenir el sobrepeso y la obesidad y de esta forma, la responsabilidad nuevamente  
recae en el individuo y los aspectos sociales y políticos quedan nombrados como otros  
factores a los que se exhorta a tener en cuenta y modificar, pero sin ninguna postura crítica  
ni atribución de responsabilidades.  
En forma paralela a estos discursos médicos y de las organizaciones e instituciones de  
salud, también aparecen publicaciones resaltando la aparición del estigma relacionado  
con la obesidad o con el peso y acciones prejuiciosas, estereotipadas y discriminatorias,  
con frecuencia originadas en las ideas inadecuadas sobre sus causas (Fitzgerald, 2017;  
Westbury, 2023). Se construyen estereotipos negativos que culpabilizan a las personas  
por sus malas decisiones y por no seguir los llamados estilos de vida saludables  
(
Rathbone, 2023).  
3
. aportEs dE las CiEnCias soCialEs al problEma dE la obEsidad  
Loscuerpossondefinidosymodeladosporyparalasociedad.Cadagruposocialconstruye  
las representaciones y los valores del cuerpo ideal, bello y sano (Moraes-Prata, 2022).  
La versión occidental predominante en la actualidad crea una visión medicalizada y  
estética (desde la industria de la belleza y de los medios) de cuerpos delgados, ejercitados  
y sanos. De aquí surgen y se expanden estigmas hacia quienes no cumplen con estos  
criterios arbitrarios, a quienes en muchas ocasiones se culpa de su apariencia física y de  
sus consecuencias debido a su falta de voluntad, de disciplina, a sus estilos de vida poco  
saludables y “pecaminosos” (gula, pereza). Se les considere portadores de los atributos  
del estigma como identidad deteriorada, según la clásica definición de Erving Goffman  
(
1963): las abominaciones del cuerpo (el cuerpo gordo se considera feo, deforme, poco  
atractivo y enfermo); las debilidades del carácter (las personas, y especialmente las  
mujeres, gordas se tildan de holgazanas, perezosas, glotonas, débiles y los estigmas  
tribales: asociados a grupos (como géneros, sexos, etnias, clases sociales). Esto se  
traduce en gordofobia o lipofobia, con rechazo sistemático a los cuerpos clasificados  
como obesos; se implanta el temor a ser obeso y personas con exceso de peso pueden  
internalizar el estigma , también llamado autoestigma (Romano, 2023). El estigma lleva  
a exclusión, autoexclusón y discriminación en diferentes ámbitos sociales, educativos,  
laborales y de atención en salud.  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
Cómo lo afirma Deborah Lupton (2013), la obesidad se ha medicalizado e institucionalizado  
como un problema médico y el índice de masa corporal arbitrario promueve un tamaño  
idealizado del cuerpo. La antropología médica social y los estudios culturales critican este  
discurso dominante de la obesidad que promueven el estigma y la discriminación frente  
a la obesidad y que culpan a los pacientes por las fallas del tratamiento, sin cuestionar los  
principios de prevención, diagnóstico y terapéutica.  
La obesidad puede entenderse como un fenómeno histórico complejo, con particularidades  
para cada grupo social, con base en condicionantes culturales y sociales, pero también como  
una experiencia vivida de manera particular en cada cuerpo y en relación con los otros.  
Desde una visión crítica-construccionista, Patterson (2012) considera la obesidad como  
una construcción híbrida de interacción entre fuerzas biológicas, biofísicas, culturales y  
socioeconómicas que se han traducido en un pánico moral con intereses políticos y valores  
culturales. De un lado, la literatura médica y epidemiológica definen el sobrepeso y la  
obesidad como niveles anormales y excesivos de tejido adiposo en el cuerpo con impacto  
en la salud (OMS, 2021), mientras que los enfoques político económicos muestran que la  
economía alimentaria global se dirige hacia la producción de alimentos poco saludables  
(
Patterson, 2012).  
Lupton (2012) plantea una visión crítica de la medicina desde las ciencias sociales y denuncia  
las relaciones de poder que controlan y oprimen a los pacientes y señala cómo, en ocasiones,  
la profesión médica funge como guardián moral de la sociedad, promueve determinados  
intereses y perpetúa las inequidades sociales. Cómo lo advirtiera Ivan Illich (citado por  
Lupton, 2012), la medicalización de ciertos aspectos de la vida de los seres humanos sirve  
para ocultar las condiciones políticas y socioeconómicas que favorecen las enfermedades.  
Las investigaciones, los conocimientos y las prácticas científicas, y médicas en particular,  
no son neutros, dotan de sentido a la vida cotidiana y regulan las acciones humanas y las  
experiencias encarnadas. El discurso médico y de salud pública hegemónicos de finales del  
siglo XX y de este siglo, resaltan la responsabilidad individualidad por mantener un cuerpo  
sano” a través de estilos de vida saludables (Lupton 2013, 2018). El estigma percibido (temor  
a expresiones de discriminación) o experimentado, en sí mismo o en otros, en escenarios  
de atención en salud, puede producir depresión y ansiedad y alejan a las personas de los  
sistemas de atención en salud (Lupton, 2013, (Kanagasingam, 2022).  
La obesidad y el estigma asociado a ella afectan con mayor fuerza a las personas más  
vulnerables (mujeres, minorías raciales y étnicas, pobres, con sexualidades y géneros  
diversos, con menor acceso a la educación y el empleo (Lupton, 2018; Sharma 2023). Esta  
estigmatización tiene entonces raíces estructurales en prejuicios e inequidades sociales y  
se expresa en relaciones de poder y en diferentes tipos de violencia, incluida la simbólica  
(
Parker y Aggleton, 2003). Estos estereotipos, prejuicios y estigmatizaciones pueden llevar  
a discriminación y exclusión en diversos escenarios: familia, escuela, trabajo, transporte,  
hospitales, centros de salud, entre otros (Jiménez 2022).  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
Las controversias han suscitado estudios críticos sobre la obesidad que niegan a aceptar  
que la gordura sea una enfermedad, lo cual implica mala salud, control y tratamiento  
médico y la obligación de reducir el peso (Lupton, 2018). También han llevado a  
movimientos sociales, por ejemplo, los activistas en pro de la aceptación de la gordura  
argumentan que se ha exagerado el impacto en la salud del peso corporal y que esto solo  
cubre prejuicios. El movimiento Health At Every Size (HAES) reconoce que el exceso de  
peso corporal puede influir en condiciones de salud, pero se opone a la “pérdida de peso”  
individual como tratamiento. Los movimientos fat but fit (gordo pero adaptado), así  
como thin but metabilically obese (delgado pero metabólicamente obeso) (Sharma, 2023),  
insisten en que el peso corporal no tiene una relación lineal con la enfermedad. Se trata de  
resistencias que promueven la aceptación del cuerpos diversos, sin patrones, a partir de la  
construcción de contra-narrativas y de alianzas (Amao Ceniceros, 2018) y que promueven  
la equidad (Campbell, 2022). Para Christiansen (2018), las maneras de vivir en cuerpos  
gordos son múltiples, contradictorias y ambiguas. Calificarlos como enfermos no solo es  
un prejuicio moral sino un sesgo epistemológico. Se ha observado que muchas veces la  
motivación e incluso obsesión por perder peso no se debe a percepción de riesgo para la  
salud en el futuro, sino más en las experiencias de estigma y discriminación. Sin embargo,  
no tiene en cuenta que el peso no es una elección autónoma e individual y que el rechazo  
y la exclusión amenazan la salud y el bienestar y exponen a mayores riesgos que los que  
buscan mejorar (Mackert, 2022).  
El interés clínico en la obesidad, también ha producido atracción negativa en los medios  
de comunicación y en las redes sociales, que ayudan a formar prejuicios en la sociedad  
(
Lawrence, 2022, Camacho, 2023). A pesar de que se sabe que el peso corporal depende de  
múltiples factores complejos y muchos de ellos externos que escapan al control personal  
ambientales, del desarrollo, factores biológicos y genéticos), el sobrepeso y la obesidad  
(
se siguen viendo como un asunto de elección personal. Esto refuerza los prejuicios, los  
estereotipos y el estigma en la familia y otros escenarios sociales que se expresan en  
bromas, apodos, rechazo, trato hostil, exclusión, discriminación y vulneración de derechos.  
Esto puede tener mucho impacto, sobre todo en mujeres, minorías étnicas, sexuales  
y de género. Estas expresiones sociales se encarnan en los cuerpos, con respuestas de  
ansiedad, depresión, estrés crónico, aumento de cortisol plasmático, estrés oxidativo,  
inflamación, aumento de presión arterial, aumento de apetito y comportamientos poco  
saludable (Vajisha, 2020; Lawrence, 2022; Douglas, 2022; Gerend, 2022). Algunos análisis  
críticos ubican la guerra contra la obesidad en el racismo, el sexismo, la esclavitud y el  
colonialismo (Kanagasingam, 2022; Gerend, 2022)  
4
. obEsidad Como problEma ComplEjo rEtorCido  
En un intento por captar la complejidad del asunto de la obesidad, el Reino Unido en 2017  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
lideró un proyecto de investigación con el fin de graficar un mapa del sistema obesidad, con  
un nodo central de balance de energía relacionado con más de cien variables agrupadas  
en grandes temas como fisiología, actividad física individual, entornos para la actividad  
física, producción y consumo de alimentos, piscología individual y social, y que forman  
una red intrincada de interrelaciones (https://foresightprojects.blog.gov.uk/2017/10/04/  
dusting-off-foresights-obesity-report/).  
A pesar de la atención que se ha prestado a la llamada epidemia de la obesidad desde  
diferentes ópticas, hasta la fecha ningún país ha mostrado haber sido capaz de revertir la  
epidemia con las políticas y estrategias implementadas (Walls, 2018). Como hemos visto, la  
declaración de la obesidad como epidemia y problema de salud pública, creó una epidemia  
de estigma y discriminación frente al exceso de peso que ha empeorado la situación y  
causado mucho daño.  
Por todo lo anterior podemos decir que la obesidad es un problema complejo, es decir en  
el que las interacciones entre los múltiples elementos del sistema, en diversas escalas, son  
dinámicas, nolineales, indeterminadasypredeciblesysensiblesabuclesderealimentación  
positiva y negativa. A partir de las interacciones y combinaciones emergen nuevos  
comportamientos, nuevos equilibrios que se pueden expresar en patrones que pueden  
modelarse y servir de escenarios de simulación (Cairney, 2015; Rutter, 2018; Hammond,  
2009; Sturmberg, 2021).  
Los elementos que interactúan en la obesidad humana se sitúan en diferentes escalas y  
aspectos biológicos, comportamentales, comunitarios, sociales, culturales y políticos  
y forman redes dentro de redes. Se ha observado que acciones locales con base en la  
comunidad (líderes comunitarios, profesionales de la salud y otros actores) que reconocen  
la complejidad y la particularidad, han sido capaces de crear perturbaciones novedosas y  
cambios sostenibles, desde la cooperación, que pueden incluso amplificarse a través de las  
redes (McGlashan, 2018, 2019; Rutter, 2018).  
Sin lugar a dudas, la obesidad constituye un problema complejo retorcido o intrincado  
(
“wicked” en inglés), es decir no tiene una formulación definitiva ni soluciones mágicas  
y universales. Se enfrenta a múltiples perspectivas, y las soluciones pueden tener efectos  
impredecibles e incluso contraproducentes como ya se ha observado (Karasu, 2013;  
Hawkes, 2008; Haag, 2021). El problema de la obesidad se puede conceptualizar como un  
sistema complejo adaptativo, que emerge de interacciones complejas entre subsistemas  
complejos políticos, ambientales, sociales, económicos, culturales, comportamentales y  
biológicos. Las relaciones son múltiples y diversas, enredadas, no lineales, indeterminadas  
e impredecibles. Muchos de los procesos subyacentes son desconocidos. Estos sistemas  
complejos son inestables, variables, difíciles de definir y de resolver. Las fallas de los  
programas para abordar la obesidad son el reflejo de estos procesos entrelazados (Bagnall,  
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Revista Iberoamericana de Complejidad y Ciencias Económicas  
2019; Griffiths, 2022). Las posibles soluciones de estos problemas requiere reconocerlos  
como tales, emplear un pensamiento capaz de ver simultáneamente el gran cuadro, los  
detalles, las interrelaciones y los comportamientos emergentes. Se requieren enfoques  
amplios, colaborativos, innovadores, perseverantes y evolutivos (Garrity, 2021). En vez  
de intervenir y controlar, se deben considerar múltiples posibilidades para perturbar  
de manera favorable el sistema en contextos determinados (actuar local) y ser capaces  
de reconocer patrones emergentes que pueden servir de experiencia, de aprendizaje  
(
pensar global).  
En resumen, el problema complejo e intrincado de la obesidad está conformado por redes  
dentro de redes dinámicas en varias escalas, no lineales, conectadas y desconectadas de  
diversas formas, con vínculos más o menos fuertes o débiles, con bucles de realimentación  
positivos y negativos, con transformaciones permanentes y emergencias que las  
reorganizan. Se trata de ecosistemas dinámicos, evolutivos, biológicos (geno-epigeno-  
proteo-metabolo-microbio-mas-cuerpo-menteconvínculosafectivosycomportamientos  
diversos y cambiantes individuales y colectivos) humanos y no humanos, culturales,  
socioeconómicos, ambientales y políticos.  
5
. sin ConCluir  
Elproblemaactualdelaobesidadcomoconstrucciónsocialdesdeperspectivasbiomédicas,  
sociales, críticas, emergentes, con sus múltiples interpretaciones y conocimientos en  
las diferentes escalas está abierto a múltiples exploraciones inter y transdisciplinarias  
en colectivos particulares, las cuales pueden además servirse de inteligencia artificial  
para lograr modelos cada vez más detallados. Las diversas posibilidades de perturbar  
y transformar los sistemas pueden emerger de los mismos colectivos y ser traducidas  
a ideas o teorías, pero también se pueden crear en escenarios de simulación. Más que  
zanjar una discusión acerca de si el exceso de peso es una enfermedad que requiere mayor  
investigación y mejor abordaje desde enfoques cooperativos entre ciencias biomédicas  
y ciencias sociales, o si se trata de una ficción construida alrededor de la un aspecto de  
la diversidad de los cuerpos humanos, se trata de una invitación a superar dualismos,  
reduccionismos, culpas y violencias y más bien valorar la complejidad con sus grados de  
libertad, las particularidades de las existencias y experiencias humanas y las posibilidades  
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