Revista de ciencia de la Complejidad
Al contrario, Morin saca a la luz en el trabajo, sus anhelos, sus fallas, sus demonios, sus de-
lirios: “No escribo desde una torre que me aleja de la vida sino en el hueco de un torbellino
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que me envuelve en la vida” (2008a, p. 176) . Pone su cotidianidad existencial al servicio
de su recorrido intelectual, como lo revela su obra autobiográfica, que inicia en 1959 con
Autocrítica (donde hace un primer balance de su vida e implicación en el medio cultural
y político de su época), y proseguirá integrando experiencias profesionales y personales,
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lecturas , encuentros, desencuentros y amores; compartiéndonos una visión profunda-
mente humana que nos ofrece una intimidad que sacude nuestra propia humanidad. Le
Vif du sujet, en 1969, es, según Ory, el vestigio autobiográfico de Morin, “como el río subte-
rráneo que riega las raíces de la gran obra filosófica que se despliega al mismo tiempo en
la superficie” (2018, p. XIV). Luego vendrá Diario de California en 1970, Vidal y los suyos, en
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989, obra dedicada a su padre, y Mis demonios, en 1994, donde cuestiona sus verdades y
sus errores. Sus amores están a la vista con Edwige, la inseparable y El encuentro improbable
y necesario que coescribió en 2013 con su esposa Sabah Abouessalam. También publicó sus
Diarios en 2012, seguido al año siguiente por Mi París, mi memoria, otro libro de memorias
titulado Los recuerdos vienen a mi encuentro, en 2019, a través del cual retoma los temas y
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momentos que marcaron su vida y, el último hasta ahora, Leçons d’un siècle de vie (2021) .
Autor prolífico, su obra se compone, más allá de sus escritos autobiográficos, de escritos
científicos, artículos de prensa, una novela escrita a los 17 años y publicada en 2017, así
como una película, Crónica de un verano, que dirigió en 1961 con Jean Rouch y que se con-
virtió en obra de culto. Sus obras han sido traducidas a veintiocho idiomas y publicadas en
más de cuarenta países y ha sido galardonado con treinta y ocho doctorados honorarios.
Sin embargo, si hoy lo celebramos, no siempre ha sido así, como él mismo señaló con humor
cuando se publicó su libro Ética en 2004. Más allá de las críticas de la prensa, Ory explica
que “Morin, un sociólogo que se desvía de los caminos trillados, se expone a las críticas
de los sociólogos patentados” (2018, XXV) por la elección misma de sus objetos de investi-
gación que ante todo tratan de lo sensible de la vida, de la imaginación, cuya importancia
descubrió cuando trabajaba en L’Homme et la mort; todo ello contribuyó a marginarlo de
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No solo ha experimentado, sino que ha reflexionado sobre dichas experiencias personales, que van desde la segunda guerra
mundial hasta la actual pandemia, pasando por diversos conflictos y desilusiones políticas.
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Sobre todo, su fascinación por autores como Pascal y Dostoievski que trabajaron con la complejidad humana y que vivieron
con intensidad la contradicción, además de los filósofos Heráclito y Hegel que nunca la suprimieron. De Dostoievski aprendió
también la compasión por los humildes y los oprimidos, así como la idea de que la redención de un criminal siempre es posible
(
Morin, 2011).
Estos textos autobiográficos se complementan con diversas entrevistas y libros sobre él, como el de Emmanuel Lemieux,
titulado Edgar Morin, vida y obra del pensador inconformista (2009), o incluso El pensamiento torbellino de Jean Tellez
2009); así como números especiales de revistas, como Edgar Morin, la aventura de un pensamiento (en 2013 de Sciences
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Humaines), o el de los Cahiers de l’Herne en 2016; y claro, obras documentales, como Edgar Morin, Chronique d’un regard
de Céline Gailleurd y Olivier Bohler (2015) o 100 años Edgar Morin, Humanista Planetario (2021), coordinada por Juan Ve-
lasco y publicada en Bolivia, como fruto del VII Simposio internacional en educación, formación docente y práctica pedagógica
en contextos de incertidumbres.
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