Revista de ciencia de la Complejidad
permanecen completamente heterogéneos y, por esa compartimentación de la realidad,
su articulación siempre es difícil y con una gran dosis de artificiosidad. Sin embargo, otras
cosmotécnicas integran estos diferentes ámbitos de un modo mucho más armónico, abar-
cando diferentes relaciones con lo no-humano y el cosmos en general en un marco más
omniabarcante de sentido global de toda la realidad.
Sin negar la urgencia de una regulación de la IA, la verdadera solución pasaría, más bien,
por disgregar la hegemonía y unicidad de la noción occidental de tecnología, situando el
problema bajo la mirada de esa caleidoscópica multiplicidad de cosmotécnicas presentes
en la pluralidad cultural de nuestro mundo. Ejemplificando su propuesta, en “Sobre el lí-
mite de la inteligencia artificial” (2020, pp. 163-191) Hui intenta situar el desarrollo de la
IA en el marco del pensamiento chino, en contraste con el pensamiento occidental. Ana-
lizando la interacción de la intelección humana con la realidad material, Hui encuentra
que el pensamiento occidental, tomando a Kant como su paradigma, no puede superar el
plano de los fenómenos, siendo imposible una intuición intelectual en la que lo noumé-
nico, la realidad en sí, fuera realmente conocido. Sin embargo, en el pensamiento chino
ocupa un lugar preeminente el cultivo de una intuición intelectual capaz de penetrar más
allá de los fenómenos e integrar lo fenoménico y lo nouménico. En este pensamiento chi-
no, no se trata de una facultad innata y universal en su estructura fundamental, sino una
capacidad (no es algo meramente adquirido, sino que nos distingue frente a los animales)
que hay que cultivar (la capacidad con la que nacemos debe evolucionar y llegar a ser tal
que sea capaz de producir esa intuición intelectual que pueda unificar lo fenoménico y lo
nouménico). Esta intuición intelectual es una razón sintética que no contempla en mundo
descomponiéndolo analíticamente, como ocurre en la razón occidental, sino que, cuando
contempla el mundo, ve que todas las cosas están interconectadas, llegando a una intelec-
ción sintética que persigue la unificación de los órdenes cósmico y moral.
Pero estas dos cosmotécnicas son sólo una pequeña muestra de las correspondientes a
tantas y tantas culturas en las que se ha ido desplegando el ser humano a lo largo de la his-
toria. Es preciso desarrollar una tecnodiversidad que incorpore todas esas cosmotécnicas
para tener una experiencia de la tecnología que supere la reduccionista visión occiden-
tal. Si así lo hacemos, quizá lleguemos a la conclusión de que el gran desafío de la IA no
es construir una superinteligencia, sino hacer posible una verdadera noodiversidad, una
convivencia de epistemes y racionalidades diferentes. Pero, para empezar a transitar ese
camino, es imprescindible que nos atrevamos a experimentar de esa manera en el arte y
la tecnología del futuro, y ese es un camino que apenas hemos empezado. Para poder aco-
meter el reto de semejantes experimentos necesitamos nuevas disciplinas y nuevas insti-
tuciones que articulen adecuadamente y armónicamente el estudio del arte, la tecnología
y la filosofía, aunque todavía carecemos de tales disciplinas e instituciones.
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