
Revista de ciencia de la Complejidad
5.1 pEdagogía dEl EstrEmEcimiEnto y dEl cuidado: rEsistEncias
dEsdE las niñEcEs En palEstina
En tiempos de catástrofe, cuando el lenguaje parece desbordado por el horror, hablar de
pedagogía puede parecer un gesto inútil o descontextualizado. Sin embargo, en escenarios
donde la vida misma está en juego, la pedagogía reaparece como forma de sostén, de
vínculo, de humanización. Frente al exterminio de las niñeces palestinas, es necesario
pensar en una pedagogía del estremecimiento y una pedagogía del cuidado, no como
metodologías normadas, sino como ética encarnada en la práctica cotidiana de quienes
educan —y resisten— entre los escombros4.
La pedagogía del estremecimiento, en este contexto, no es otra cosa que una pedagogía
fundada en la capacidad de conmoverse, de no naturalizar la violencia, de temblar ante
el dolor ajeno. Desde la ética del rostro de Emmanuel Lévinas, sabemos que el dolor del
otro nos constituye. El rostro del otro no es simplemente lo que vemos: es aquello que nos
detiene, que nos habla sin palabras, que nos obliga sin violencia. No se trata de una mirada
neutral o contemplativa, sino de una presencia desnuda que interrumpe toda indiferencia
y nos convoca a responder. Ante el rostro infantil que resiste entre escombros, no hay
posibilidad de evasión moral: somos llamados a reconocer, a cuidar, a sostener. Ese llamado
no espera la mediación de una ley ni la validación de un sistema; es anterior, radical, ético
en su urgencia. Cuando dejamos de temblar ante ese rostro, cuando ya no nos conmueve el
cuerpo pequeño que nos mira desde la fragilidad, hemos cruzado una frontera peligrosa:
la del olvido de lo humano.
Esta exclusión afectiva se sostiene en estructuras de jerarquización del duelo y del
reconocimiento. Algunas niñeces son lloradas, otras simplemente contadas. Algunas
convocan empatía internacional; otras —como las palestinas— permanecen atrapadas en
la indiferencia estructural. bell hooks nos recuerda que negar la voz del otro es una forma
de violencia. La omisión pedagógica, mediática y política de las niñeces palestinas no es
solo un vacío: es una forma activa de borramiento, de silenciamiento epistémico. Y como
advierte María Emilia Tijoux (2013), las categorías de humanidad no son neutras: son
históricamente construidas para excluir, clasicar y relegar ciertos cuerpos a la periferia
de lo visible y de lo legítimo. Las niñeces que no duelen no es porque no sufran, sino porque
han sido excluidas del derecho a ser duelo, a ser memoria, a ser palabra.
Esta pedagogía no enseña desde la distancia, sino desde la afectación. Requiere de docentes
capaces de mirar de frente, de escuchar, de no callar. Como recuerda bell hooks (1994),
educar es un acto de amor radical, y por tanto, siempre implica una toma de posición
frente a la injusticia.
4 En condiciones extremas, educar es más que instruir: es resistir, acompañar, armar que la vida
aún importa. Incluso una actividad simple —como contar un cuento o sostener una canción— puede
convertirse en forma de dignidad y reapropiación del tiempo.