
Cada artículo, cada capítulo de libro, cada libro tiene vida propia. Quisiera sugerir que
deben ser concebidos como unidades orgánicas independientes, autoconsistentes. Pero
deben poder ser sembrados en un horizonte ampliamente más profundo y signicativo.
Cuando escribimos y publicamos un texto, nunca sabemos qué resultados podrá tener.
Porque cuando se sabe cuál será su impacto, es porque ese texto carece de vida propia.
Sin ambages, los artículos, los capítulos de libro, los libros, son hijos en toda la extensión y
sentido de la palabra. No hay que producirlos (“producción intelectual o cientíca”). Hay
que quererlos como tales. Jamás sabemos de a ciencia cierta y ciertamente no de antemano
cuáles serán las consecuencias de un escrito, cuando se es verdaderamente auténtico.
La valía de un investigador no consiste única ni principalmente en los títulos que tiene, en
el índice h, en el capital relacional, o en otros aspectos, importantes como son. Todos esos
no son más que sucedáneos o, si se quiere, facilitadores; mejor aún, digamos: catalizadores.
Nadie sano y sensible dene la normalidad por parte de sí. mism@. Sólo el loco o el tirano
así lo hacen. Son siempre los demás quienes determinan, usualmente al comienzo de la
tarde, o acaso ya al nal del día, el valor de algo o de alguien. Sí, excepcionalmente puede
suceder en la mañana.
La clave de la idea sugerida al comienzo por Goethe se condesa en una sola palabra. Es
verdaderamente investigador@ -Goethe desde luego no hablaba así. La investigación es la
forma como, hoy por hoy, ha venido a decantarse a las artes, a la ciencia, a la losofía y a las
ingenierías-, quien se da a la tarea de dar nacimiento o desarrollar una obra. Sin embargo,
este es un fenómeno que jamás se declara abiertamente, ni se promociona ni anuncia. Si
alguien tiene una obra, no es él o ella mism@ quienes lo dicen -así, aunque en el trasfondo
de su corazón y de sus íntimos lo sepa-. Son siempre los demás quienes lo arman y lo
ponen de maniesto. Todo lo demás son fruslerías: escribir un artículo, un libro, y demás.
Como sabemos todos, un doctorado -Ph.D-. es tan sólo el punto de partida; jamás el
punto de llegada. En el uir de la vida, un@ investigador@ va ocasionalmente obteniendo
distintos tipos de reconocimiento, como resultado de estudios e investigaciones
posteriores, como resultado de una continuidad exigente pero creciente. Sin embargo, los
buenos investigadores jamás trabajan en función de la obtención de reconocimientos, que
los hay variados y de importancia creciente, si se quiere. Conozco, amigos y colegas que
así lo hacen o lo intentaron. La vida es bastante más sabia que cada uno de nosotros, o que
todos nosotros, juntos.
He trabajado con un norte, si cabe la expresión. (En la navegación en el sur hablamos
más bien de la Cruz del Sur, no de la Osa Polar). Para decirlo sucintamente, se trata del
reconocimiento expreso de que las ciencias de la complejidad son ciencias de la vida., y de
que no hay valor, forma, instancia, idea o experiencia mejor o superior a la vida. Temprano,
me dediqué de entrada, plenamente, a esta intuición, primero en la fenomenología,
luego en los derechos humanos, siempre en la educación, todo con la luz de la losofía; y
posteriormente en y gracias a la losofía de la ciencia, el diálogo a profundidad con otras